domingo, 22 de junio de 2008

Mi Cicatriz

Dios le pague por el aporte...

Una cicatriz de ocho puntos en mi rostro me recuerda que antes de cruzar la calle tengo que fijarme bien hacia los dos lados.
Cuando sucedió tenía menos de cinco años, exactamente no sé, lo que sí recuerdo es que apenas había ingresado al jardín de infantes, al que tuve que faltar por varios días después del accidente.
Esa tarde jugaba con mi hermano a las “congeladas” frente a mi casa. Él tenía que alcanzarme y tocarme para congelarme, y yo, obviamente, correr lo más rápido posible para evitar que lo haga. De pronto, mi hermano gritó: “cuidado con el carro”.
Yo me paré y a penas lo vi pasar arranqué nuevamente a correr, de lo que no me di cuenta es que atrás venía otro carro, un taxi que ya tenía sus años y contra el cual
me impacté.
Mi madre, que supuestamente estaba vigilándonos desde su taller de costura –en el que hasta hoy trabaja-, cuenta que mi hermano entró asustado y le contó lo que había sucedido. Ella salió corriendo y me encontró tirada en la calle con el rostro lleno de sangre. El mismo taxi que me arrolló nos llevó al hospital, en donde los médicos, después de una limpieza con agua oxigenada, alcohol y una revisión exhaustiva, únicamente encontraron al lado de mi nariz una herida producida por una lata suelta. A falta del hilo adecuado, hicieron la sutura con uno mucho más grueso, por lo que quedó una cicatriz que muchas veces, sobre todo en la adolescencia, me pareció más grande de lo que es en realidad.

Anónimo

9 comentarios:

Otaner dijo...

Excelente el relato, leyéndolo también me puse a pensar sobre la impericia de la infancia... yo también veré mejor las calles...

Yo soy del Quito dijo...

Que un niño no sea así sería lo extraño... hay que ser más imprudentes para vivir a plenitud aunque esto nos cause malestares, daños o dolores irreparables.

Anónimo dijo...

qué buena historia y gracias por el mensaje que nos deja, más que el de cruzar con cidado la calle, de cómo asumir o superar su consecuencia.

Anónimo dijo...

A mí me pasó algo similiar, me sentí identificado con lo que cuenta la historia, cómo tú también habemos muchas personas que tenemos nuestra cicatriz

Juachán Conideas dijo...

Tal vez la mayoria tenga una cicatriz. Ahora, como bien dice w.c., tal vez debamos ser un poco más imprudentes y menos conscientes. Sin embargo, no olvidaré mirar a ambos lados de la calle antes de cruzar.
Gracias por los comentarios...

Anónimo dijo...

Creo que la anécdota del accidente, que está muy bien contada, es para eso que mencionó el anónimo, para enseñarnos que lo que fue trascendental en alguna etapa de nuestras vidas pirde luego todo sentido. Creo que se puede aplicar muy bien a los sentimientos.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con vivir plenamente, pero igual hay que estar atento, nunca se sabe lo que puede suceder

Anónimo dijo...

Creo que tenemos que balancear de alguna manera entre estar atentos y vivir.

Anónimo dijo...

yo tengo muchas cicatrices en mi cuerpo, por traviesa la mayoria... siempre las llevaba como trofeo me encantaba repetir y repetir la historia de muchas de mis caidas... aunque ninguna fue digamos producto de un accidente como el tuyo... que susto!!

AF1.