El segundo aporte, esta vez, anónimo. Léanlo. ¿No se les antoja comentar, después de tanta maravilla?
Mil abrazos, mil gracias...
Llorando regresé a casa y le conté a mi madre lo que me acababa de suceder. Una muchacha me había amenazado con un cuchillo en el paradero del bus, obligándome a que le entregara el dinero que tenía para ir a la escuela. Mi madre me tomó de la mano y salimos caminando de prisa hacia la casa de Oscar Rocafuerte, el policía del barrio. Tan pronto él se enteró de lo sucedido, sacó su motocicleta, la encendió y con una seña me indicó que me subiera. “¿Por dónde se fue?”, me preguntó. Yo le señalé el camino que había tomado la muchacha. Oscar aceleró con dirección a las afueras del barrio. Luego ingresamos a baja velocidad por un estrecho callejón formado por casas de cartón. En cierto punto detuvo la motocicleta y ambos nos bajamos. Él empezó a abrir las puertas a patadas. Adentro yo veía cómo las mujeres se lanzaban asustadas sobre sus hijos para protegerlos. Hasta que pateó una puerta y vi a la muchacha que me había robado. Estaba sentada sobre un colchón donde descansaba un bebé. “¿Es ella?”, me preguntó Oscar. Sí, le contesté. Entonces Oscar se le acercó y le estalló un puñetazo en el rostro. La muchacha empezó a llorar y a rogar que no le hiciera nada, que no la fuera a matar. “La plata”, gritó Oscar. Ella metió la mano debajo de la almohada y nos mostró varios medicamentos. “Me la gasté, es que mi hijo está muy enfermo”, dijo. Entonces Oscar tomó fuerzas y le estrelló otro puñetazo en la cara, dejándole los dientes bañados en sangre. “Vamos”, me dijo, “ya no hay nada qué hacer”.
Anónimo
domingo, 4 de mayo de 2008
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8 comentarios:
Qué buen post! es cruel, pero así es la realidad. Me recuerda mucho a esa película brasileña "Ciudad de Dios"...
a mí me recuerda a la canción de 'un par de botas', sólo que con un final más cruel. La pobreza siempre será la peor de las afrentas y como dice Carlos Portela, 'mientras que la miseria haga ladrones de esta laya
yo nunca serviré pa' comisario'.
Hola Juanchán,
Bienvenido a la blogósfera. Qué bueno que te animaste a crear este espacio y a compartir(te).
Saludos y gracias por visitar mi cafeteado rincón.
Saludos desde México,
Que duro, que difícil. La realidad...
Hasta que punto podemos justificar la violencia. Será que la desesperación de una madre por salvar a su hijo es excusa de cualquier acto, será que la ira de la ley ante la corrupción le da bandera blanca para pegar a una mujer, será……
Será que nos hemos hecho tan insensibles al mundo, nuestro alrededor, prójimo, hermano, que solo nos fijamos en nosotros, mi gente, los míos, yo... y no podemos ver mas allá para entender que todo acto, por más justificado ante nuestros ojos, puede causar dolor, trauma, desesperación, desconsuelo a aquel que no ve de la misma manera. Como lo ves, lo sientes, lo entiendes, o te conformas con un “ya no hay nada qué hacer”.
......CERU
Todo es relativo, como bien dices, hasta que punto se justifica la violencia. Más aun si cualquier cosa que hagamos tendrá consecuencias sobre nuestro prójimo.
CERU, Gracias por comentar.
Saludos!
Antes quería cambiar el mundo, ahora me conformo con vivir sin joderle la vida a nadie y esperando que nadie me la joda. Yo vivo de acuerdo con lo que creo y trato de ser consecuente con ello hasta el final, y si tan solo una persona valora eso bacano, sino que se joda. Como dicen los Ilegales: "Tiempos nuevos, tiempos salvajes, toma un arma eso te salvará, levántate y lucha, esta es tu pelea, levantate y lucha, no voy a luchar por ti..."
No es dada nuevo, pero yo sigo creyendo que cada quien tira para su lado.
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