jueves, 1 de mayo de 2008

El beso que te di

El primer aporte... Como diría Lester Burnham... Espectacular... Gracias Emiliamon... Mil abrazos...



La felicidad es un sentir inherentemente compañero de la tristeza. No sé por qué, pero para mí los mejores recuerdos de la niñez, son también aquellos que me llenan de una nostalgia ambigua. Por momentos me siento en esos recuerdos y me parece volverlos a vivir, como si fuera este preciso momento o como si apenas fueran un episodio del día de ayer, mientras que a ratos son como si nunca hubieran existido. Entonces despierto de aquel encanto pueril y caigo en un abismo infinito de pena, probablemente como el resultado de darme cuenta de que la vida es un suspiro y temer por que mi existencia sea ser sólo para el naufragio. Díganme ustedes: ¿no les pasa lo mismo? Es tan extraña esta sensación, es casi inefable. ¿Será acaso lo que los brasileños llaman Saudade?
En fin, mi recuerdo temprano es verdaderamente simple para los ojos de cualquiera, pero en definitiva siento que es importante y por eso he decido contárselos. No creo en que haya algo que sea totalmente absoluto, por lo tanto no creo que en mi infancia haya sido completamente feliz ni tampoco completamente triste. Lo único que puedo afirmar es que mi vida era normal en lo posible. Mi padre llegaba algo tarde y mi madre trabajaba hasta bien entrada la noche en un salón de belleza, así que con mis hermanos pasábamos mucho tiempo al cuidado de alguna empleada que hacía las veces de niñera. Pero algunos sábados de tarde mi padre se quedaba con nosotros. Recuerdo particularmente uno de esos sábados... Llovía a cántaros (como solo suele pasar aquí en Quito), habían truenos, rayos, hacía mucho frío. Papá entró al estudio, tomó entre sus manos uno de aquellos discos de acetato y lo puso a sonar a todo volumen. Era música protesta, un disco recopilatorio de los mejores éxitos de un dúo uruguayo llamado “Los Olimareños”, sonaba una canción llamada “El beso que te di”, cuyos sonidos se mezclaban en aquel momento con el sonido de la lluvia y el tronar de los rayos.
“Ni las estrellas que alumbran el mes de Abril tienen los finos destellos de tu mirar, ni se pueden comparar con tu risa juvenil los pétalos del rosal. No puedo vivir sin ti, te juré quererte con devoción, te besé y aquel beso que te di, se quedó clavado en mi corazón” jamás olvidaré aquellos versos, tan cursis, tan desinteresados, tan simples y tan bellos, probablemente son estos versos los culpables de que yo crea en amores imposibles, donde se entrega todo sin esperar factura ni cambio, de que yo crea en amores perennes, en pasiones que llevan a la locura. No lo sé, sólo sé que me transportan fuera de este mundo y necesitaba decirlo y lo he hecho. Gracias por leerme, y que siga adelante el blog!!!

Emiliamon

4 comentarios:

Magu dijo...

Ojos, aiga mia! tus textos estan bakanes especialmente este... creo que algo tiene q ver conmigo tambien! sabes vas a llegar muy lejos! tqm

Magu dijo...

oye esta rebakano el escrito... te quiero amiga! y vas a llegar muy lejos... notanto como yo pero igual te quiero

wyc dijo...

el verdadero amor siempre será una imposibilidad posible de ser vivida, desde el aroma que queda en el pasillo de quien esperamos toda la vida y lo dejamos pasar, el acariciar el cabello de la compañerita de aulas sin que lo note... hasta las más grandes locuras o maldades que hacemos a otros por un amor, una caricia o una ternura que queremos para nosotros.
De pronto ese loco amor sólo está con nosotros cuando caemos en cuenta de que ya no está.

Anónimo dijo...

Me encanta esa cancion, tan cursi como tu decis me hace recordar mi pasado tambien. Recordar cosas tan lejanas casi siempre son agridulces.
En fin queria recomendarte (si no sos un fan de Los Olimareños) la cancion 'Nuestro Camino'. Cada vez que la escucho se me cae un lagrimon :)
Saludos